
Lo pasado, pasado, se suele decir. El pasado ya no se puede cambiar, pero sí podemos cambiar nuestra manera de pensar en él. Es una tontería que nos castiguemos en el presente porque alguien nos hizo sufrir en un remoto pasado.
Para renunciar a esa parte de la historia que nos duele, debemos estar dispuestos a olvidar. Es necesario que nos decidamos a renunciar al pasado y a perdonar, incluso a nosotros mismos. Es probable que no sepamos perdonar, y también que no queramos perdonar; sin embargo, el simple hecho de decir que estamos dispuestos a hacerlo inicia el proceso de curación. Para curarnos, es necesario que “nosotros” renunciemos a él y que perdonemos.

Perdonar significa renunciar, dejar en libertad. No tiene nada que ver con ningún comportamiento externo; es simplemente no seguir aferrado a algo. No es necesario que sepamos cómo perdonar; lo único que hace falta es que estemos dispuestos a hacerlo.
La crítica nos inmoviliza en la pauta misma que estamos intentando cambiar; entendernos y ser amables
con nosotros mismos nos ayuda a salir de ella. Recuerde los años que se ha pasado criticándose sin
resultado alguno. Haga la experiencia: apruébese, y vea qué es lo que sucede.
En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero.
Creo en un Poder mucho mayor que yo, que fluye a través de mí en cada
momento del día.
Porque sé que en este Universo hay solamente Una Inteligencia, me abro a la sabiduría interior. De esta Única Inteligencia provienen todas las respuestas, toda curación, todas las soluciones, toda creación nueva.
En ese Poder y esa Inteligencia confío, sabiendo que todo lo que necesito
saber se me revela y que todo lo que necesito me llega en el momento, el lugar y el orden adecuados. Todo está bien en mi mundo.