
Cada vez que inspiras y exhalas, participas en un proceso de dar y recibir que es vital para el mundo material y espiritual. El ciclo de dar y recibir generosamente es exactamente el mismo que el acto de respirar.
Mira a tu alrededor y observa que todo en nuestro universo es resultado de dar y recibir. Toda la cadena alimenticia representa dar y tomar vida, para luego volver a dar en un ciclo infinito de manifestación material.
El flujo natural de dar y recibir puede detenerse con la avaricia y la acumulación. El proceso funciona de la misma forma a nivel espiritual. Tú envías amor y afabilidad, que te son devueltos multiplicados por diez. El viejo dicho: <<Según hagas, así te harán» es algo más que un sentencioso consejo. Es un hecho en todos los niveles de la conciencia. En realidad, en eso consiste precisamente la manifestación.
Tú envías energía amorosa para conectarte con aquello que deseas y ésta se te devuelve. Es una acción de dar y recibir. No obstante, puedes interferir en esta progresión natural del dar y recibir al aferrarte egoístamente a lo que se manifieste en tu mundo material y detener el flujo de energía que aporta abundancia.
Dar y recibir cultiva la generosidad
La generosidad remite no sólo al plano material sino también, al emocional. Es decir, una persona puede ser generosa en cariño, en paciencia, en sonrisas y en palabras bonitas. Pero además, una persona también puede ser generosa en tiempo al estar disponible para los demás.
El ser generoso es una manera de manifestar el dar y recibir cariño o amor, el ser amable y cercano en el trato de una persona que no sólo piensa en sí misma sino que también, se interesa por el bienestar del otro.
Se vincula con el amor, es decir, aquel que ama a alguien de algún modo, desea mostrar lo mejor de sí mismo ante esa persona. La generosidad refleja la apertura de corazón necesaria para sentar las bases de la confianza entre dos personas. Las personas generosas tienen pensamiento positivo, tienen fe en las personas, disfrutan del momento presente
Practica la generosidad
He aquí algunas sugerencias para poner generosidad en tu práctica de la manifestación y mantener el flujo natural de dar y recibir que mueve tu vida.
– Reconoce en primer lugar que esta es una forma de ser que se puede desarrollar. Quizá estés convencido de que dar es imposible porque tienes demasiado poco para ti mismo. Si no eres generoso cuando serlo es difícil, no lo serás tampoco cuando te resulte fácil. La generosidad es una función del corazón, no de la cartera.
Puedes dar de ti mismo, compartir lo que tienes con aquellos necesitan. Un corazón generoso es aquel que no impone limitaciones a su capacidad para ser generoso con los demás, y que no lo hace por la recompensa o el reconocimiento. Puedes cultivar esta actitud de generosidad y practicarla enviando amor y afabilidad con tanta frecuencia como te sea posible. En último término, se contagiará a otros y te conducirá a una mayor manifestación de los deseos de tu corazón.
– Piensa en la multitud de cosas que haces cada día por otros, incluidos los animales y el entorno del que formas parte, y considéralas como formas de practicar la generosidad. Hablar con un vecino solitario, alimentar a un gato callejero, abrir una puerta, pagar anónimamente el peaje del coche que viene detrás de ti, recoger a tus hijos del colegio, pasar la aspiradora por la alfombra, llenar el depósito de gasolina del coche para tu esposa o lo que se te ocurra en los miles de acciones que realizas cada día. Recuerda que practicas la generosidad, en lugar de sentirte ignorado o poco apreciado.
Y, lo más importante, recuerda que dar sin expectativa de reconocimiento es verdaderamente la obra de tu yo superior. El ego necesita y exige que se le rindan honores con la mayor frecuencia posible, acompañado además de una gran fanfarria. Procura mantener en la intimidad tus actos de generosidad, sin fanfarronear acerca de tu gran espíritu generoso.
– Proponte practicar la generosidad durante determinados períodos, particularmente para ayudar a otros.
– Practica la virtud de recibir. Acepta la ayuda cuando otros te la ofrecen. Permite que otros hagan algo por ti, sin sentirte en una situación embarazosa ni tener la sensación de que tu independencia se ve amenazada. Recuerda que dar y recibir constituyen el intercambio natural de la energía del universo. Esa es la fuente misma de tu práctica de la manifestación.
AI rechazar la ayuda que se te ofrece, interrumpes el flujo natural de energía, del mismo modo que cuando rechazas el dar. Practica y di: <<Gracias, aprecio mucho tu ayuda», aun cuando tu ego te diga: <<Realmente, no la necesito». Recibir forma parte de la práctica espiritual de la manifestación, y de ti depende permitir que eso se produzca en tu vida, con gratitud y amor.
– Descúbrete a ti mismo en el momento en que experimentes ingratitud y utiliza ese momento para practicar tu nueva generosidad. Una vez que percibas la escasez, tu inclinación inmediata será la de acumular, pero dedicarte a acumular no hace sino ampliar los efectos de tus sentimientos de tacañería y temor.
Esto puede suponer algo tan sencillo como dar una propina mayor de la esperada, o puede implicar el expresar amor o un cumplido a aquellos ante quienes practicas tu comportamiento de escasez. En esos momentos, déjate guiar por tu yo superior, que desea experimentar gozo y paz y manifiestes un poco de generosidad. Recuerda que un espíritu generoso infunde alegría y fortaleza a la mente. Así es precisamente como te sentirás cuando hayas superado la respuesta condicionada que te induce a la acumulación y la tacañería.
– Practica dar un poco más de lo que creas que puedes dar, y un poco más de lo que te resulte cómodo. Sé algo más paciente con un niño, dale a tu cónyuge un abrazo apasionado más prolongado que el abrazo superficial al que está acostumbrado, dale a un loco más dinero de lo habitual o a la camarera que te atendió durante tu estancia en el hotel.
Procura ir más allá de tu límite de generosidad, con la plena seguridad de que eso no va a causar ninguna dificultad en tu vida. Sabe también que eso te proporcionará un sentido de realización espiritual que te hará sentirte más cerca de Dios, y que te pondrá realmente en contacto con tu yo superior.
Puedes intentar también ser un poco más generoso de lo habitual contigo mismo. Pide ese plato del menú que cuesta un poco más, o concédete unos pocos días extra de vacaciones, o permítete el lujo de que te apliquen un masaje corporal o facial relajantes.