
Hay que levantar este día sobre una base de pensamientos agradables. No debes preocuparte por ninguna imperfección que temas que pueda impedir el poder de alcanzar cualquier sueño si elevas tus pensamientos.
Es posible vigilar cuando decides que puedes hacerlo. No te consideres derrotado. Hay que dejar que lo que el corazón ambiciona sea el proyecto de la propia vida. ¡Hay que sonreír ! Desde el principio de los tiempos, los hombres sabios nos han estado diciendo que todo lo que logramos, o no logramos, es consecuencia directa de lo que esperamos de nuestras capacidades, nuestro valor y nuestro potencial. James Allen nos dijo que los pensamientos dan buenos frutos y los malos pensamientos dan malos frutos.
Marco Aurelio, ese sabio emperador y filósofo de la antigua Roma, nos dijo que nuestra vida es lo que de ella hacen nuestros pensamientos. Buena o mala. Desdichada o feliz. Triunfante o desesperada. Buda lo dijo de una manera todavía más enérgica: ‘Todo lo que conocemos es consecuencia de lo que hemos pensado. La mente es todo. Nos convertiremos en lo que pensamos. No importa como se quiera llamarlo, los pensamientos positivos son productivos, los pensamientos negativos estorban y destruyen.
Siempre hay que dejar que las propias acciones hablen por ti, aunque todo el tiempo hay que estar en guardia contra las terribles trampas del falso orgullo y la vanidad que pueden detener el propio avance.
Cada día es un especial y si bien es posible que la vida no siempre sea justa, no debes dejar nunca que las penas, las dificultades y las desventajas del momento envenenen tu actitud y los planes que tienes para tí mismo y tu futuro. No se puede ganar si se lleva puesta la fea capa de la autocompasión con toda seguridad ahuyentarás cualquier oportunidad de éxito. Nunca más. Hay una mejor manera.
NO debes llenar tus días ni tus noches con tantas nimiedades y cosas insignificantes como para no tener tiempo de aceptar un verdadero reto cuando éste se presente. Esto es válido tanto para el juego como para el trabajo. Un día meramente sobrevivido no es ocasión de festejo. No estás aquí para desperdiciar tus preciosas horas, cuando tienes la capacidad de lograr tanto si hace una pequeña modificación en tu rutina. Ya no hay que ocuparse en nimiedades. Ya no hay que volverle la cara al éxito. Hay que darse tiempo y espacio para crecer. Ahora, ¡Ahora mismo! ¡No mañana!
Hay que vivir este día como si fuera el último de tu vida. Hay que recordar que sólo se encontrará la expresión “mañana” en el calendario de los tontos. Hay que olvidar las derrotas del ayer y no tomar en cuenta los problemas del mañana. Eso es todo. Es todo lo que se tiene. Debes hacer de este día el mejor de tu vida, el mejor de toda tu historia. Las palabras más tristes que podrías pronunciar son: “Si pudiera volver a vivir mi vida…” “Si hubiera echo eso”… , “si tan solo no hubiese tenido miedo otra seria mi historia”… Hay que tomar la batuta ahora. ¡Y dirigir con ella! ¡Este es tu día!
A partir de hoy, debes tratar a todas las personas que encuentres, sean amigas o enemigas, conocidas o extrañas, como si fueran a morirse a medianoche. No importa qué tan trivial sea el contacto, Hay que brindar a cada persona toda la atención, amabilidad comprensión y afecto que puedas mostrar, y hay que hacerlo sin pensar en ninguna recompensa. Su vida nunca volverá a ser igual.
Hay que reírse de sí mismo y de la vida. No con el ánimo de burlarse ni de autocompasión, sino como un remedio, como un medicamento milagroso, que mitigará el dolor, curará tu depresión y te ayudará a poner en perspectiva la derrota aparentemente terrible del momento. Debes borrar la tensión y las preocupaciones riéndote de ellos, con lo que liberará tu mente para pensar con claridad en la solución que seguramente llegará. Nunca hay que tomarse la vida demasiado en serio.
Nunca deben descuidarse los detalles, ni escatimarse ese esfuerzo adicional, esos cuantos minutos de más, esa palabra suave de alabanza o agradecimiento, esa entrega de lo mejor que puedes hacer. No importa lo que los demás piensen, pero sí es de primordial importancia lo que piensas de tí mismo. Nunca podrás hacer lo mejor, que debería ser siempre tu rasgo distintivo, si estás tomando atajos y evadiendo responsabilidades. Eres especial, por lo tanto debes actuar como tal. Jamás descuides los detalles.
Hay que recibir cada mañana con una sonrisa. Debes considerar el nuevo día como otro regalo especial, otra oportunidad dorada para completar lo no pudiste concluir ayer. Debes motivarte. Hay que dejar que la primera hora establezca el tema del éxito y la acción positiva que con toda seguridad resonará durante todo el día. El día de hoy nunca volverá a ocurrir. Así que aprovéchalo al máximo. No hay que desperdiciarlo con un inicio falso o completamente nulo. Naciste para ganar.
Lograrás tu gran sueño, un día a la vez, así es que hay que fijar metas para cada día – no proyectos largos y difíciles, sino tareas que te llevarán, paso a paso, hacia tu arcoíris.
Debes anotarlas, si así te parece, pero hay que limitar la lista de manera que no se tengan que arrastrar las cuestiones inconclusas de hoy hacia el mañana. Hay que recordar una pirámide no puede construirse en veinticuatro horas.
Es necesario que seas paciente, el tiempo es el mejor autor y siempre encuentra un final perfecto como lo dijo Charles Chaplin. Sé paciente. Nunca debes dejar que tu día esté tan lleno de actividades que descuides la meta más importante – haz lo mejor que puedas, disfruta este día y mantente satisfecho con lo que ha logrado.
Habría que escuchar a Séneca, ese sabio de la Antigua Roma: “La verdadera felicidad consiste en disfrutar del presente, sin depender ansiosamente del futuro, sin entretenernos ni en esperanzas ni en temores, sino descansando satisfechos de lo que tenemos, lo cual es suficiente, pues quien es feliz no desea nada. Las grandes bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.